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Mi historia de parto natural

  • Tamara Quitral
  • 21 oct 2015
  • 3 Min. de lectura


Yo sabía que llegaría antes... ya me habían dicho mis matronas que llegaría antes de las 38 semanas. El día anterior lo hablaba con mi hermana, luego de decir en voz alta "traerá la luna llena a Baltasar?" "Nooo, en luna nueva va a llegar" me dijo. "En 15 días más? nooo, llegará antes" le dije.


Y esa misma madrugada de luna llena mi bebé decidió emprender su viaje. Me desperté a las 4 de la mañana con contracciones dolorosas pero tolerables, me fui al baño porque tenía ganas de hacer pipí y vi que estaba botando el tapón mucoso. Desperté a Oscar para avisarle que el bebé ya venía y comenzamos a contar el tiempo entre las contracciones.


Sofía dormía en nuestra cama. Me di una ducha porque sabía que pronto nos tendríamos que ir al hospital y llamamos a nuestra doula para avisarle que el proceso ya había comenzado.

Las contracciones nunca pararon pero eran intermitentes. Eran dolorosas y me nacía vocalizar la letra A cuando venían. Trataba de conectarme con mi Baltasar, acariciaba mi vientre y estaba feliz de vivir el proceso de forma natural luego de un parto totalmente inducido. Era maravilloso sentir lo que mi cuerpo era capaz de hacer, a pesar del dolor...

Oscar calentó un guatero de semillas para ponerme en la cola y terminó de guardar las cosas que me faltaban en la maleta. Nuestra doula llegó como a las 8 de la mañana y Sofía seguía durmiendo. Yo estaba agachada en la alfombra del living viviendo mis contracciones. Sylvia puso un aroma rico en el ambiente y me puso otro guatero, me hacía cariño, me sentí contenida... Al rato despertó Sofía y me llamó. Me fui a acostar a su lado mientras ella tomaba desayuno y veía tele. Yo vocalizaba y ella me preguntó que me pasaba. "Ya viene el bebé hija" le dije, y se lo tomó de lo más natural. Como a las 10:30 nos despedimos y se fue donde su abuela, sin llantos, sin pena, como una niña grande y me impresionó. Nosotros nos fuimos a la hora después a Talagante. Llegamos allá y yo iba con mucho dolor, la gente me miraba, y llega Eliana a buscarme. Nos fuimos a una sala y me hace tacto, le digo que no me diga cuánta dilatación tengo y me dice que no me preocupe, que eso habíamos acordado, pero pienso que en realidad nunca lo habíamos hablado, no alcancé a entregar mi plan de parto. Llega Oscar y Sylvia a la sala y él me dice al oído que ya estoy casi lista. Que alivio escuchar esas palabras... Luego de unos masajes de mi matrona y doula, nos fuimos a la sala de parto. Oscura, calentita, contenida. Me subo a la camilla y me pongo en cuatro patas. Ellas me ponían paños tibios en la planta de los pies, me hacían cariño, masajes. Oscar afirmaba mi mano durante las contracciones. Dolor... dolor... por qué me duele tanto pensaba en mi viaje. Esto no era lo que me habían contado, me han engañado. Cada vez estaba más cerca y quería que terminara. De pronto quise bajarme de la camilla y agacharme, la tierra me llamaba... Eliana le entrega una silla de parto a Oscar donde se sienta y yo me agacho entre sus piernas. El me afirma con fuerza y me alienta. Las ganas de pujar no aparecen y yo ya no daba más de dolor. Llamaba a mi cachorrito a salir, quería alivio, quería verlo! Las contracciones se hicieron más fuertes aún, poderosas, intensas, salvajes, y poco a poco comencé a pujar a mi bebé, a traerlo a este mundo. Esos minutos se me hicieron eternos, mis pies estaban dormidos, Eliana me ofrecía la camilla, pero yo no quería. Quería parir a mi bebé ahí, en la tierra... Escuchaba sus murmullos y pensaba que algo iba mal, por qué no nace! seguía pujando y sacando fuerzas de donde ya no tenía. El anillo de fuego. Dolor... Un pujo más y sale la cabeza, no miro. Ultimo pujo y lo veo completo, con sus brazos abiertos listo para el encuentro. Lo ponen en mi pecho y me paro, ahora quiero la camilla. Lo hice, lo hice, lo hice, lo hicimos! Sylvia me muestra su cordón blanco que ha dejado de latir, Oscar lo corta. Ya no estamos unidos pero nos conectamos nuevamente a través de la teta. Hermoso, lo que no tuvimos con Sofía. Sanamos. Nunca más nos separamos, ahora está en mis brazos durmiendo, en nuestra luna de leche. Mi cachorrito... gracias por mostrarme lo poderosas que somos...

 
 
 

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